“Si tú quieres hijo mío, llegarás a ser instruido;
si te aplicas, se abrirá tu espíritu” Sirácida 6,32
si te aplicas, se abrirá tu espíritu” Sirácida 6,32
Amigos de la II asamblea:
Al ver televisión, leer periódicos o escuchar los petitorios de los actuales “próceres de las movilizaciones estudiantiles” pareciera que debe agregarse una falta más a la lista de los pecados capitales: el lucro. Lo más complicado de esta demonización, no es la sobre-ideologización que lleva implícita, sino el hecho que dicha aseveración se vuelve el gran problema de la educación chilena para quienes la enarbolan. Creo firmemente que no es así.
Otros dicen que el origen de la “tragedia griega” que significa para el gobierno explicar los pésimos resultados de las pruebas SIMCE y PISA es la LOCE (o como se nos enseñó en Derecho: la LOC de Enseñanza); la cual por ser excesivamente confiada en el actuar de los privados y provenir del Gobierno Militar, es la responsable directa de que generaciones completas de chilenos provenientes de escuelas públicas o particular-subvencionadas no reciban una educación de calidad.
Una minoría importante, que aparentan saber algo más del tema, sitúa la fuente de los problemas que aquejan a la educación chilena en la municipalización impulsada por la dictadura.
Finalmente algunos, anclados en las empanadas y el vino tinto de la época radical, claman por un Chile educado íntegramente por el Estado, en escuelas grandiosas y muy a lo radical: “a todo pasto”.
Les digo a los últimos que sus sueños de gloria se ven frustrados por una fuerza más poderosa que la fusión nuclear: la realidad. Aguirre Cerda y sus correligionarios se permitieron algunas licencias que hoy parecen sacadas de Macondo y no de la lógica de la economía o del derecho, como la emisión inorgánica de circulante. Si se sintieron llamados a devolverle a Chile ese Estado gigantesco de otros tiempos, lo lamento por ustedes. Podría haberse intentado con un cobre a U$ 3.5 la libra, pero nos habríamos hundido hasta el cuello cuando llegara a setenta centavos.
Ellos reclamarán airados por lo que he dicho, ya que existen modelos de estado-bienestar en Europa con educación pública exclusiva y que lideran las mediciones internacionales. Eso se logra con muchos recursos públicos de fuente permanente (impuestos altos, por ejemplo) y con una eficiencia en el manejo de los recursos fiscales que nuestros gobiernos no ostentan y dudo que ostenten. Lo lamento, pero hasta que no vea esas variables en la “Copia feliz del Edén”, no creeré en esos idílicos sueños.
Ahora, quiero responderle al resto.
a) El lucro: He visto tratado al lucro en la educación como un tumor que debe extirparse. La vehemencia con que algunos sectores de nuestra sociedad y de nuestra universidad han defendido esta tesis tiene visos de setentera y de poco rigor. Incluso me hizo sentir temor de querer lucrar con mis conocimientos, o al vender algún objeto; ¿Es ontológicamente malo el lucro? ¿Quien lucra con la educación es un fascista reaccionario?
A mi parecer, el lucro en la educación no es ontológicamente maligno. Querer lucrar es una fuerza poderosa en la naturaleza humana y me la juego por considerarla parte inherente de la misma, por lo que entiendo cualquier intento de prohibirlo de forma totalitaria en cualquier actividad humana, una llamada a la mediocridad y al fracaso.
Entonces ¿me volví un mercader del aprendizaje? La respuesta es no. El lucro en una actividad de alta sensibilidad social como lo es la educación puede tener dos efectos: uno perverso y uno beneficioso.
El perverso, es aquel que nos demostró el sostenedor de los Colegios Britannia, donde un desalmado sin escrúpulos gozaba en el Caribe los dineros de la subvención que recibía para educar niños, dejando establecimientos que daban asco y profesores impagos. Estos hechos lamentables no se previenen con una nueva ley orgánica (ignoro por qué el proyecto nuevo se llama ley general de educación, si reemplaza una ley orgánica y tiene quórum de orgánica) que prohíba el lucro, pues una entidad no lucrativa y de giro único puede abandonar a su suerte a una escuela con los mismos resultados del ejemplo propuesto. El remedio a dramas como el de los Colegios Britannia pasa necesariamente por una suerte de Superintendencia de Educación (Como la SVS), que tenga como función la fiscalización del correcto manejo de los dineros públicos. (Evitando “desordenes administrativos”)
Con un control profesional y permanente a un sistema de subvenciones transparente y que beneficie a quien realmente lo necesita, perfectamente alguien que quiera lucrar (ojo, con los límites que le imponga la norma legal basados en la ética y la eficiencia del sistema) puede participar sanamente en el proceso educativo nacional, siendo benéfico para este sostenedor y para los educandos, gracias al efecto beneficioso.
El efecto beneficioso viene dado por el mejoramiento en la calidad del servicio educacional propiciado por el legítimo afán del sostenedor de incrementar sus ganancias conforme a los lineamientos de la norma legal en una sana competencia (Empleo la palabra servicio porque la educación se enmarca desde el punto de vista productivo, en el sector terciario, o de servicios).
Quienes aborrecen el lucro en la educación me enrostran haberme quedado pegado en la LOCE, que proponía un sistema similar. Les insisto que no es así. El fracaso de la LOCE en este punto viene dado por no poner límite al lucro, con un pésimo sistema de subvenciones, y hacer competir en desigualdad de condiciones a las escuelas públicas con las demás. Además, la motivación de que haya colegios particular-subvencionados y privados no es estratificar a la sociedad chilena, sino dar espacio a las confesiones religiosas y a otros entes inspirados en principios de la más diversa índole, para participar en la educación nacional. Un católico como quien les habla, podrá elegir si educar a sus futuros hijos en un colegio confesional católico o en uno público (humanista y laico como corresponde, y si quieren, sin clases de religión) de calidad similar (y buenísima en lo ideal) en un modelo de competencia con igualdad de condiciones.
Entonces un sistema de coexistencia de las tres modalidades de establecimientos educacionales que tenemos, con un lucro para los entes no fiscales que los sostengan no es la aberración que algunos pregonan, sino la gran oportunidad de tener una educación de calidad, con una regulación y fiscalización adecuada.
b) La LOCE: El principal defecto que he escuchado de esta norma es haber sido promulgada por “Daniel López”. Otro de los defectos paradigmáticos de la misma es que incluye el temido lucro, (que reglado, fiscalizado, correctamente subvencionado y con giro único del sostenedor deja de ser a mi entender, el quinto jinete del Apocalipsis).
Claramente, la mayoría de la opinión pública no sabe que esta ley se preocupa de establecer pisos mínimos en educación de hace 20 años atrás y que su obsolescencia no se evidenció con los reclamos del estudiantado de Enseñanza Media (¿quien les dijo “secundarios”?, parece que el fotolog, el msn y el reggaeton los hicieron creerse parte de una serie estadounidense), sino con las deficiencias que ya denunció en parte el profesorado en la década del noventa.
La inconveniencia de mantener la LOCE surge de ser una norma muy enraizada en su época, ya que en la actualidad se estaba quedando corta ante una nueva realidad nacional, con un nuevo desafío distinto al de la educación de los ochenta y noventa. La misión primordial no es la mayor cobertura como antes, sino la calidad. Es la calidad lo que miden las pruebas nacionales e internacionales donde Chile pasa papelones constantes.
Como la vilipendiada LOCE decía poco de calidad, debía reemplazarse por una LOC que asegure la calidad de la educación en general (para privados, públicos y particular-subvencionados) y que no cometiera el error de mandar a competir a sus componentes sin dar estándares de calidad básicos, ni reglar las ganancias de los actores educacionales privados.
Pero, los “líderes estudiantiles” creen que descubrieron la “madre del cordero”, y que dicho descubrimiento merece ser premiado con la antidemocrática facultad de convertir su voluntad y sueños en ley. A su vez, todo quien se oponga es un reaccionario terco que debe ser derrotado tomando colegios y universidades, junto con retirarse de los foros educacionales destinados a remplazar la “ley de Pinochet”.
Ahora, la guinda de la torta de las actitudes totalitarias de este grupo “empoderado” (hay adjetivos calificativos feos y ése) que son los estudiantes que se toman colegios y casas de estudios superiores es pedir el veto de la LEGE. Si hay una institución constitucional antidemocrática en la Carta Fundamental de 1980(también firmada por Daniel López) es el veto presidencial de proyectos de ley.
¿Qué les trato de decir con esto? La discusión sobre la norma orgánica de la educación chilena puede válidamente incluir nuestra visión de sociedad y confluir en un diálogo acalorado, pero jamás imponer criterios a la fuerza, ni demonizar la opinión o la actuación del adversario de ideas. La LOCE y su sucesora salen a la luz pública con gente que las aborrece sin haberla leído. (Ejemplo: el típico estudiante en la marcha, al que ante la pregunta más simple del periodista responde con el nunca bien ponderado “no sé”, que me llena de temores ante un Chile dirigido por los “empoderados”).
c) La municipalización: Quienes la repudian (y con razón la mayoría de las veces), son quienes demuestran más conocimiento sobre la educación chilena. Este proceso fue un completo desastre. Se entregó a entes no especializados y con pocos recursos una actividad de la que dependía el desarrollo de Chile. Las municipalidades ya estaban sobrepasadas por el resto de funciones que poseían y les llegaron dos tareas titánicas, de las que la Administración del Estado se deshizo: Salud y Educación.
Municipalidades con más recursos se “defienden como pueden”; las de menos, tienen sumidos a sus niños en malos índices de SIMCE (salvo gloriosas y épicas excepciones) y con problemas de infraestructura. (Escuelas sin agua potable, que se llueven o sin libros son fruto de este traspaso).
No hablaré de la deuda histórica con los profesores “traspasados”, que en comunas como mi natal Vallenar tuvieron contra la pared los presupuestos municipales, ya que si bien fue fruto del mismo proceso que critico hoy, tiene implicancias sociales que dan para otra carta.
Todos coincidimos en el diagnóstico funesto, pocos vemos en este proceso de municipalización un activo país que la nueva normativa de educación no puede perder: el desarrollo de las políticas en educación deben hacerse conforme a la realidad regional y comunal (no dictadas desde Santiago por un “operador político”).
Deben crearse políticas zonales de desarrollo educativo, con profesionales que conozcan las distintas problemáticas de las zonas, con entes ubicados en cada región o comuna (quizá con la orgánica actual, pero liberando a los municipios de su lucha con molinos de viento y con un tranco más presuroso que el del reloj control de asistencia).
Se preguntarán después de todo: ¿ofreceré soluciones? Lo intentaré, pues no basta sólo con detectar problemas. No soy especialista en educación, por lo que mis propuestas pueden tener deficiencias metodológicas; pero les aseguro que no son inspiradas en exclusivo por mi ideología política, no buscaré convencerlos de ponerlas en práctica por la fuerza, ni menos los miraré feo por opinar distinto.
Si el problema es calidad, todos los estudiantes chilenos deben tener acceso a una buena alimentación. La primera muestra de igualdad de trato es que quien no pueda alimentarse bien (esté en la escuela que esté) debe ser amparado por el Estado. En segundo lugar, terminar con la Jornada Escolar Completa Diurna. No por flojera, sino porque los escolares chilenos no están aprendiendo más por estar todo el día en las aulas y peor aún: salen a las 17:00 hrs del colegio cansados y más encima, les dan tareas para la casa y deben estudiar para el día siguiente…
¿y cuando comparten con su familia? ¿Quién les da esa primera educación, que son los buenos hábitos que sólo los padres pueden inculcar?
Además, debe reconocerse que la reforma educacional de los noventa fracasó. El niño o la niña trabajan mal en grupo porque nadie le inculcó la cultura del trabajo en equipo; los métodos eternamente didácticos sirven para educar en los primeros años, pero no para siempre. El estudiante no puede creer que aprender es siempre entretenido. Les falta disciplina y tener que sentarse a leer su materia para saberla, ya que ni el DVD ni Internet pueden ser el sustituto de un libro. Debe enseñarse a los jóvenes a expresarse correctamente en público. Deben aprender idiomas con gente que realmente sepa hablarlos. Debe volver la educación cívica a la malla de educación media, para que tengan una noción de vida en sociedad y de la democracia. Hay que potenciar los talentos del estudiante, en una educación más personalizada que la de una sala con 45 educandos. No se les puede seguir dictando materias a los muchachos en Educación Media: déjenlos que investiguen por si mismos y evalúenlos después. Motivemos al estudiante, “saquémosle trote” y no le demos todo hecho. En síntesis, que el joven que sale de cuarto medio no vea su paso a al universidad como viajar a otro mundo, ya que así tendrá las herramientas necesarias para forjarse un futuro con más confianza.
Punto aparte en la mejora de calidad que se pretende es tener mejores profesores, lo que se logra con capacitación y con una rigurosa evaluación vinculante respecto a su empleo. En este sentido el Estatuto Docente debe buscar una mejor docencia, no la mayor seguridad de trabajo posible para el gremio. Pero sin olvidar jamás el respeto que merece quien debe formar a los futuros ciudadanos de nuestra patria.
Todas mis ideas no servirán si los estudiantes de Chile no sienten en su interior esa sed de saber y esas ganas de superarse. Ni trayendo al mejor educador o al mejor especialista de políticas sociales en educación, supliremos la voluntad de trabajo de quienes serán los grandes beneficiados con la mejora de la calidad que todos anhelamos.
Gracias, por dedicarle un tiempo a tan sinceras palabras,
Atentamente, su amigo atacameño, Manuel A. Araya Gómez.
Al ver televisión, leer periódicos o escuchar los petitorios de los actuales “próceres de las movilizaciones estudiantiles” pareciera que debe agregarse una falta más a la lista de los pecados capitales: el lucro. Lo más complicado de esta demonización, no es la sobre-ideologización que lleva implícita, sino el hecho que dicha aseveración se vuelve el gran problema de la educación chilena para quienes la enarbolan. Creo firmemente que no es así.
Otros dicen que el origen de la “tragedia griega” que significa para el gobierno explicar los pésimos resultados de las pruebas SIMCE y PISA es la LOCE (o como se nos enseñó en Derecho: la LOC de Enseñanza); la cual por ser excesivamente confiada en el actuar de los privados y provenir del Gobierno Militar, es la responsable directa de que generaciones completas de chilenos provenientes de escuelas públicas o particular-subvencionadas no reciban una educación de calidad.
Una minoría importante, que aparentan saber algo más del tema, sitúa la fuente de los problemas que aquejan a la educación chilena en la municipalización impulsada por la dictadura.
Finalmente algunos, anclados en las empanadas y el vino tinto de la época radical, claman por un Chile educado íntegramente por el Estado, en escuelas grandiosas y muy a lo radical: “a todo pasto”.
Les digo a los últimos que sus sueños de gloria se ven frustrados por una fuerza más poderosa que la fusión nuclear: la realidad. Aguirre Cerda y sus correligionarios se permitieron algunas licencias que hoy parecen sacadas de Macondo y no de la lógica de la economía o del derecho, como la emisión inorgánica de circulante. Si se sintieron llamados a devolverle a Chile ese Estado gigantesco de otros tiempos, lo lamento por ustedes. Podría haberse intentado con un cobre a U$ 3.5 la libra, pero nos habríamos hundido hasta el cuello cuando llegara a setenta centavos.
Ellos reclamarán airados por lo que he dicho, ya que existen modelos de estado-bienestar en Europa con educación pública exclusiva y que lideran las mediciones internacionales. Eso se logra con muchos recursos públicos de fuente permanente (impuestos altos, por ejemplo) y con una eficiencia en el manejo de los recursos fiscales que nuestros gobiernos no ostentan y dudo que ostenten. Lo lamento, pero hasta que no vea esas variables en la “Copia feliz del Edén”, no creeré en esos idílicos sueños.
Ahora, quiero responderle al resto.
a) El lucro: He visto tratado al lucro en la educación como un tumor que debe extirparse. La vehemencia con que algunos sectores de nuestra sociedad y de nuestra universidad han defendido esta tesis tiene visos de setentera y de poco rigor. Incluso me hizo sentir temor de querer lucrar con mis conocimientos, o al vender algún objeto; ¿Es ontológicamente malo el lucro? ¿Quien lucra con la educación es un fascista reaccionario?
A mi parecer, el lucro en la educación no es ontológicamente maligno. Querer lucrar es una fuerza poderosa en la naturaleza humana y me la juego por considerarla parte inherente de la misma, por lo que entiendo cualquier intento de prohibirlo de forma totalitaria en cualquier actividad humana, una llamada a la mediocridad y al fracaso.
Entonces ¿me volví un mercader del aprendizaje? La respuesta es no. El lucro en una actividad de alta sensibilidad social como lo es la educación puede tener dos efectos: uno perverso y uno beneficioso.
El perverso, es aquel que nos demostró el sostenedor de los Colegios Britannia, donde un desalmado sin escrúpulos gozaba en el Caribe los dineros de la subvención que recibía para educar niños, dejando establecimientos que daban asco y profesores impagos. Estos hechos lamentables no se previenen con una nueva ley orgánica (ignoro por qué el proyecto nuevo se llama ley general de educación, si reemplaza una ley orgánica y tiene quórum de orgánica) que prohíba el lucro, pues una entidad no lucrativa y de giro único puede abandonar a su suerte a una escuela con los mismos resultados del ejemplo propuesto. El remedio a dramas como el de los Colegios Britannia pasa necesariamente por una suerte de Superintendencia de Educación (Como la SVS), que tenga como función la fiscalización del correcto manejo de los dineros públicos. (Evitando “desordenes administrativos”)
Con un control profesional y permanente a un sistema de subvenciones transparente y que beneficie a quien realmente lo necesita, perfectamente alguien que quiera lucrar (ojo, con los límites que le imponga la norma legal basados en la ética y la eficiencia del sistema) puede participar sanamente en el proceso educativo nacional, siendo benéfico para este sostenedor y para los educandos, gracias al efecto beneficioso.
El efecto beneficioso viene dado por el mejoramiento en la calidad del servicio educacional propiciado por el legítimo afán del sostenedor de incrementar sus ganancias conforme a los lineamientos de la norma legal en una sana competencia (Empleo la palabra servicio porque la educación se enmarca desde el punto de vista productivo, en el sector terciario, o de servicios).
Quienes aborrecen el lucro en la educación me enrostran haberme quedado pegado en la LOCE, que proponía un sistema similar. Les insisto que no es así. El fracaso de la LOCE en este punto viene dado por no poner límite al lucro, con un pésimo sistema de subvenciones, y hacer competir en desigualdad de condiciones a las escuelas públicas con las demás. Además, la motivación de que haya colegios particular-subvencionados y privados no es estratificar a la sociedad chilena, sino dar espacio a las confesiones religiosas y a otros entes inspirados en principios de la más diversa índole, para participar en la educación nacional. Un católico como quien les habla, podrá elegir si educar a sus futuros hijos en un colegio confesional católico o en uno público (humanista y laico como corresponde, y si quieren, sin clases de religión) de calidad similar (y buenísima en lo ideal) en un modelo de competencia con igualdad de condiciones.
Entonces un sistema de coexistencia de las tres modalidades de establecimientos educacionales que tenemos, con un lucro para los entes no fiscales que los sostengan no es la aberración que algunos pregonan, sino la gran oportunidad de tener una educación de calidad, con una regulación y fiscalización adecuada.
b) La LOCE: El principal defecto que he escuchado de esta norma es haber sido promulgada por “Daniel López”. Otro de los defectos paradigmáticos de la misma es que incluye el temido lucro, (que reglado, fiscalizado, correctamente subvencionado y con giro único del sostenedor deja de ser a mi entender, el quinto jinete del Apocalipsis).
Claramente, la mayoría de la opinión pública no sabe que esta ley se preocupa de establecer pisos mínimos en educación de hace 20 años atrás y que su obsolescencia no se evidenció con los reclamos del estudiantado de Enseñanza Media (¿quien les dijo “secundarios”?, parece que el fotolog, el msn y el reggaeton los hicieron creerse parte de una serie estadounidense), sino con las deficiencias que ya denunció en parte el profesorado en la década del noventa.
La inconveniencia de mantener la LOCE surge de ser una norma muy enraizada en su época, ya que en la actualidad se estaba quedando corta ante una nueva realidad nacional, con un nuevo desafío distinto al de la educación de los ochenta y noventa. La misión primordial no es la mayor cobertura como antes, sino la calidad. Es la calidad lo que miden las pruebas nacionales e internacionales donde Chile pasa papelones constantes.
Como la vilipendiada LOCE decía poco de calidad, debía reemplazarse por una LOC que asegure la calidad de la educación en general (para privados, públicos y particular-subvencionados) y que no cometiera el error de mandar a competir a sus componentes sin dar estándares de calidad básicos, ni reglar las ganancias de los actores educacionales privados.
Pero, los “líderes estudiantiles” creen que descubrieron la “madre del cordero”, y que dicho descubrimiento merece ser premiado con la antidemocrática facultad de convertir su voluntad y sueños en ley. A su vez, todo quien se oponga es un reaccionario terco que debe ser derrotado tomando colegios y universidades, junto con retirarse de los foros educacionales destinados a remplazar la “ley de Pinochet”.
Ahora, la guinda de la torta de las actitudes totalitarias de este grupo “empoderado” (hay adjetivos calificativos feos y ése) que son los estudiantes que se toman colegios y casas de estudios superiores es pedir el veto de la LEGE. Si hay una institución constitucional antidemocrática en la Carta Fundamental de 1980(también firmada por Daniel López) es el veto presidencial de proyectos de ley.
¿Qué les trato de decir con esto? La discusión sobre la norma orgánica de la educación chilena puede válidamente incluir nuestra visión de sociedad y confluir en un diálogo acalorado, pero jamás imponer criterios a la fuerza, ni demonizar la opinión o la actuación del adversario de ideas. La LOCE y su sucesora salen a la luz pública con gente que las aborrece sin haberla leído. (Ejemplo: el típico estudiante en la marcha, al que ante la pregunta más simple del periodista responde con el nunca bien ponderado “no sé”, que me llena de temores ante un Chile dirigido por los “empoderados”).
c) La municipalización: Quienes la repudian (y con razón la mayoría de las veces), son quienes demuestran más conocimiento sobre la educación chilena. Este proceso fue un completo desastre. Se entregó a entes no especializados y con pocos recursos una actividad de la que dependía el desarrollo de Chile. Las municipalidades ya estaban sobrepasadas por el resto de funciones que poseían y les llegaron dos tareas titánicas, de las que la Administración del Estado se deshizo: Salud y Educación.
Municipalidades con más recursos se “defienden como pueden”; las de menos, tienen sumidos a sus niños en malos índices de SIMCE (salvo gloriosas y épicas excepciones) y con problemas de infraestructura. (Escuelas sin agua potable, que se llueven o sin libros son fruto de este traspaso).
No hablaré de la deuda histórica con los profesores “traspasados”, que en comunas como mi natal Vallenar tuvieron contra la pared los presupuestos municipales, ya que si bien fue fruto del mismo proceso que critico hoy, tiene implicancias sociales que dan para otra carta.
Todos coincidimos en el diagnóstico funesto, pocos vemos en este proceso de municipalización un activo país que la nueva normativa de educación no puede perder: el desarrollo de las políticas en educación deben hacerse conforme a la realidad regional y comunal (no dictadas desde Santiago por un “operador político”).
Deben crearse políticas zonales de desarrollo educativo, con profesionales que conozcan las distintas problemáticas de las zonas, con entes ubicados en cada región o comuna (quizá con la orgánica actual, pero liberando a los municipios de su lucha con molinos de viento y con un tranco más presuroso que el del reloj control de asistencia).
Se preguntarán después de todo: ¿ofreceré soluciones? Lo intentaré, pues no basta sólo con detectar problemas. No soy especialista en educación, por lo que mis propuestas pueden tener deficiencias metodológicas; pero les aseguro que no son inspiradas en exclusivo por mi ideología política, no buscaré convencerlos de ponerlas en práctica por la fuerza, ni menos los miraré feo por opinar distinto.
Si el problema es calidad, todos los estudiantes chilenos deben tener acceso a una buena alimentación. La primera muestra de igualdad de trato es que quien no pueda alimentarse bien (esté en la escuela que esté) debe ser amparado por el Estado. En segundo lugar, terminar con la Jornada Escolar Completa Diurna. No por flojera, sino porque los escolares chilenos no están aprendiendo más por estar todo el día en las aulas y peor aún: salen a las 17:00 hrs del colegio cansados y más encima, les dan tareas para la casa y deben estudiar para el día siguiente…
¿y cuando comparten con su familia? ¿Quién les da esa primera educación, que son los buenos hábitos que sólo los padres pueden inculcar?
Además, debe reconocerse que la reforma educacional de los noventa fracasó. El niño o la niña trabajan mal en grupo porque nadie le inculcó la cultura del trabajo en equipo; los métodos eternamente didácticos sirven para educar en los primeros años, pero no para siempre. El estudiante no puede creer que aprender es siempre entretenido. Les falta disciplina y tener que sentarse a leer su materia para saberla, ya que ni el DVD ni Internet pueden ser el sustituto de un libro. Debe enseñarse a los jóvenes a expresarse correctamente en público. Deben aprender idiomas con gente que realmente sepa hablarlos. Debe volver la educación cívica a la malla de educación media, para que tengan una noción de vida en sociedad y de la democracia. Hay que potenciar los talentos del estudiante, en una educación más personalizada que la de una sala con 45 educandos. No se les puede seguir dictando materias a los muchachos en Educación Media: déjenlos que investiguen por si mismos y evalúenlos después. Motivemos al estudiante, “saquémosle trote” y no le demos todo hecho. En síntesis, que el joven que sale de cuarto medio no vea su paso a al universidad como viajar a otro mundo, ya que así tendrá las herramientas necesarias para forjarse un futuro con más confianza.
Punto aparte en la mejora de calidad que se pretende es tener mejores profesores, lo que se logra con capacitación y con una rigurosa evaluación vinculante respecto a su empleo. En este sentido el Estatuto Docente debe buscar una mejor docencia, no la mayor seguridad de trabajo posible para el gremio. Pero sin olvidar jamás el respeto que merece quien debe formar a los futuros ciudadanos de nuestra patria.
Todas mis ideas no servirán si los estudiantes de Chile no sienten en su interior esa sed de saber y esas ganas de superarse. Ni trayendo al mejor educador o al mejor especialista de políticas sociales en educación, supliremos la voluntad de trabajo de quienes serán los grandes beneficiados con la mejora de la calidad que todos anhelamos.
Gracias, por dedicarle un tiempo a tan sinceras palabras,
Atentamente, su amigo atacameño, Manuel A. Araya Gómez.